Jesús

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jueves, 26 de abril de 2012


Parábola del hijo pródigo
LUCAS 15:11-32

11 También dijo: Un hombre tenía dos hijos;
12 y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió los bienes.
13 No muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente.
14 Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle.
15 Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos.
16 Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba.
17 Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre!
18 Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti.
19 Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros.
20 Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó.
21 Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo.
22 Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies.
23 Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta;
24 porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse.
25 Y su hijo mayor estaba en el campo; y cuando vino, y llegó cerca de la casa, oyó la música y las danzas;
26 y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.
27 El le dijo: Tu hermano ha venido; y tu padre ha hecho matar el becerro gordo, por haberle recibido bueno y sano.
28 Entonces se enojó, y no quería entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase.
29 Más él, respondiendo, dijo al padre: He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos.
30 Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo.
31 El entonces le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas.
32 Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había perdido, y es hallado.

La gracia que busca y la gracia que recibe

Para Dios, no tenemos justicia, pero Él tiene una justicia para nosotros, la cual fue satisfecha
Mediante la obra del Señor Jesús. Si la ley de Dios habla con fuerza a la conciencia, el alma
Comprender que está lejos de poder cumplirla, porque la ley dice: "Amaras a tu prójimo como a ti
Mismo" (Mateo 22:39). Ningún hombre lo hizo, excepto el Hijo de Dios que vino en gracia aquí abajo.
La ley dice también: "No codiciaras" (Romanos 7:7), y la codicia está en mi corazón. El hombre es
Juzgado por la ley, porque ésta no fue dada para salvar, sino para juzgar el estado de todo hijo de
Dios. Cuando Cristo "vino a buscar y a salvar lo que se había perdido" (Lucas 19:10) cumplí la ley
Y sufrió por nosotros. Cuando éramos pecadores y estábamos alejados de Dios, Él se acercó a nosotros.
Fue manifestado en carne en la persona de Jesús quien cumplió la obra de la redención, a fin de que estemos con Él y seamos semejantes a Él en gloria.

Cristo sufrió la maldición de la ley transgredida, para que la bendición nos alcanzase (Gálatas 3:13-14).

En esta parábola vemos dos aspectos de la gracia de Dios, la gracia que busca y la gracia que
Recibe, cuando venimos a Él. Cuando un alma es tirada al arrepentimiento, el cielo se regocija; tal
Es la verdad que resulta de estos tres relatos. Hubo gozo también en el corazón del hijo pródigo
Cuando experimentó el amor de su padre, pero aquí no se hace mención de ello: El gozo de Dios se nos muestra de manera muy conmovedora.

El pecado ya estaba en el corazón del joven cuando abandonó la casa de su padre. Habiendo entrado en el camino en que Satanás lo arrastraba, se entregó a la corrupción, buscando en vano, para satisfacer sus codicias, la dicha que perdí. El hombre ama todo en el mundo salvo a Cristo. Se puede hablar de todo en este mundo, pero pronuncie el nombre de Cristo y ver inmediatamente manifestarse la hostilidad del corazón natural contra Él. No se tiene vergüenza de profesar una religión falsa o un cristianismo con principios mezclados, pero se teme el oprobio de Cristo. Cuán humillante es ver cómo el hombre da la espalda a Jesús para poder hacer su propia voluntad!

El hijo pródigo llegó a la provincia lejana y encontró el hambre. Dios se sirve de la adversidad para traer muchas almas al sentimiento de su miseria y hacerlas infelices, hasta que miren a Él, la fuente de toda gracia. Sin embargo, antes de venir a Él, el hombre siempre procura salir del apuro por sus propios medios, esperando salvarse sin necesitar a Dios. Es lo que vemos en el hijo extraviado de la parábola: Se puso al servicio de "uno de los ciudadanos de aquella tierra" (v. 15). Es algo espantoso ver al hombre caer de esta manera bajo el poder de Satanás quien se complace en verlo degradarse cada vez más y lo envía a "que apacentase cerdos". Allí conduce esa sed de independencia que caracteriza al hombre: Prefiere echarse en los brazos de Satanás antes que estar en las manos de Dios.

Llegado al último escalón de la miseria, pereciendo de hambre bajo la esclavitud del maestro despiadado que eligió, el hijo pródigo volvió y echó una mirada hacia el pasado. Un rayo de luz penetró en su alma y exclamó: "Cuantos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre!" (v. 17). Se arrepintió, condenó su vida de pecado, reconoció su decadencia y su miseria, y vio que tena tan solo un recurso: volver a Dios. Todavía no gozaba del perdón y de la salvación, pero se levantó para ir hacia su padre: Es la conversión.

Cuando Dios actúa en un corazón, éste es llevado a buscar Su bondad reconociendo su estado de pecado, mientras que antes tena miedo de acercarse a un Dios al que estimaba como juez. Con la recepción de la gracia, viene la confianza en el amor de Dios.

Sabía que iba a estar mejor bajo el techo de su padre donde hay pan en abundancia, de manera que, si éste quisiera recibirlo, estará feliz de ser tratado como un jornalero (v. 19). No obstante, se sintió indigno de ser llamado hijo. Su conciencia estaba perfectamente despierta, pero no le impidió ponerse en marcha. Por la acción de la gracia, se levantó y se dirigió hacia su padre, y qué encontró? Un amor inefable que hacía mucho más que todo lo que Él habrá podido pedir o pensar. Dios hace todo para la salvación y la felicidad eterna del pecador perdido.

Es mi deber andar de una manera digna de la nueva relación en la cual me encuentro con Dios, y el
"calzado en sus pies" del hijo pródigo nos habla de una nueva fuerza, la del Espíritu Santo, por la cual andamos en novedad de vida y en la libertad de hijos ante Dios. "El que dice que permanece en Él, debe andar como Él anduvo" (1 Juan 2:6).

Por la obra del Espíritu Santo en nosotros somos llevados al gozo de la paz y de la reconciliación con Dios, efectuados por la obra de Cristo en la cruz. El Padre nos ama como ama a Jesús. Que nos haga comprender a qué relación fuimos llevados con Él.

¿Qué decisiones debes tomar?
No te sientas atraído por el mundo, eso es algo vano, algo que termina, tiene un principio y un fin, Jesús es la obra, vino a este mundo para que tengas vida, y la tengas en abundancia.

¿Por qué buscas en los lugares en donde no edifica nada, en donde todo tiene un final?

¿Eres realmente hijo de Dios?
A los hijos de Dios les interesa la conversión de las personas que no conocen de Cristo, actúa como tal, comparte de lo que Él te dio. En el cielo hay gozo cuando una persona conoce del amor de Jesús.

Hay que tener humildad para reconocer que estamos actuando mal, Dios nos dará la oportunidad siempre, de volver a sus brazos cada que cometamos un error.

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